¿POR QUÉ UN JUBILEO?
Este año, a partir del 20 de mayo, la Iglesia y la Compañía de Jesús celebraremos los 500 años de la conversión de Iñigo de Loyola, un cortesano apasionado que se transformaría, a lo largo del resto de su vida, en un Compañero de Jesús y ayudaría a numerosas personas a “militar bajo el Estandarte de la Cruz”.
UNA BALA DE CAÑÓN
Todo comenzó en Pamplona cuando su pasión por defender al reino de Castilla durante un asedio de los franceses, le hizo convencer a los soldados (que luchaban en una batalla perdida) que siguieran combatiendo. La batalla se perdió cuando Iñigo es derribado por una bala de cañón que le fracturó una pierna.
DIOS IRRUMPE
Iñigo se fue a convalecer en la casa que lo vio nacer en su tierra natal. Allí, para evitar el aburrimiento, leyó repetidas ocasiones un libro de vidas de Santos y una Vita Cristi. Pronto, sus pensamientos y deseos más profundos comenzaron a ser los de imitar a los santos cuyas hazañas se le hacían fáciles de realizar.
EL PEREGRINO
Justamente en la casa solariega de Loyola fue la primera vez que descubrió los “espíritus” que le habitaban y que lo movían a hacer unas u otras acciones. Se determino a comenzar una vida de peregrino cuyo trayecto no sabía de antemano y que fue descubriendo poco a poco. Este peregrinaje lo llevaría por caminos insospechados y, a la larga le transformaría en un delicado maestro del espíritu.
NUEVA MIRADA
Este cortesano, recién convertido, cambió de vida, de hábitos personales, y se fue transformando en un apasionado seguidor de Jesús, hasta lograr tener una mirada que veía todas las cosas nuevas en Cristo.
¿QUÉ TIENE QUE VER CONMIGO?
Según Javier Melloni, S.J., estamos necesitados de referencias arquetípicas. Testigos referenciales. Vernos reflejados en los procesos de transformación que nos preceden. Nuestra vida acaricia una meta; pero el camino se desdibuja y tiene constantes bifurcaciones que nos dejan la sensación de transitar por una penosa senda cuyo final no sabemos. Por eso, escuchar la sucesión de acontecimientos (en la vida de una persona) que alcanzan su meta, nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos. Al final se revelará el caos en que aparentemente vivimos.
Un relato acabado nos calma, nos anima y resulta iluminador, nos ayuda a vivir la incertidumbre y el sin sentido.
La luz que nos aporta el proceso terminado, en la vida de una persona de carne y hueso, nos permite acercarnos a nuestra propia historia.
Ojalá que el camino del peregrino de Loyola, al celebrarse los 500 años de su conversión nos anime a abrazar apasionadamente nuestra propia conversión.