HOMILÍA DE APERTURA DEL AÑO IGNACIANO

HOMILÍA DE APERTURA DEL AÑO IGNACIANO

Ver nuevas todas las cosas en Cristo

Con esta Eucaristía nos unimos a la celebración con la que hoy, en todo el mundo, la Compañía de Jesús, junto con nuestras amigas, amigos, personas bienhechoras y colaboradoras de la misión de Cristo, damos inicio a la conmemoración de los 500 años de la Conversión de San Ignacio de Loyola.

El proceso de conversión de San Ignacio inicia durante su convalecencia en Loyola después de resultar herido, alcanzado por una bombarda, en la guerra de Pamplona. Y Mientras permanecía en la casa-torre de su familia, y no encontrando más que un libro de la Vida de Cristo y otro de vidas de santos [Au 5], empieza a experimentar otros deseos que le mueven y permanecen, más que los que tienen que ver con ser caballero de un señor terrenal, y es vivir al modo de los santos, y a tener como único Señor a Jesucristo y realizar hazañas por Él. Así, el Espíritu lo llevará a Manresa, donde descubre que Dios lo conduce como un maestro de escuela a un niño [Au 27]; y lo va preparando para la “eximia ilustración” del Cardoner, que lo hace mirar todas las cosas nuevas en Cristo [Au 30].

500 años después vale la pena preguntarnos: ¿Qué nos dice a nosotros, hoy, este evento? ¿En una realidad sufriente, enferma, violenta, como la nuestra, qué puede enseñarnos la conversión de San Ignacio? ¿O es acaso sólo un hecho que merece ser recordado, celebrado y ya?

Para dar respuesta a estas preguntas, es necesario entender el evento mismo. Leyendo la Autobiografía nos damos cuenta de que, en la conversión de Ignacio, aparecen ciertas características:

1° Es gradual, no inmediata. Ello nos sugiere, que Dios va actuando en su vida desde la libertad y con paciencia (Dios lo conduce como un maestro a un niño).

2° Implica la reconciliación; es decir, la conversión la experimenta como un reestablecer o rehacer la relación con el Creador, consigo mismo y con las otras personas. Sólo desde esta experiencia de reconciliación se entiende el deseo ardiente del excombatiente por “cuidar a las ánimas”.

3° Significa ponerse en camino para hallar la voluntad de Dios en todo y en todos. De esta experiencia surge la pregunta básica de los Ejercicios Espirituales: ¿A dónde me llevas Señor?

La conversión supuso, para Ignacio, Ver nuevas todas las cosas en Cristo, frase que nos remite a la Ilustración del Cardoner [Au 30].

Ver nuevas todas las cosas en Cristo significó vivirse centrado en Cristo, libre de afectos desordenados y abierto a un amor ordenado hacia todas las cosas en Dios (CG 35, d2, n 4); fue un descubrir, con ojos nuevos, una realidad habitada y trabajada por Dios, desde donde se siente invitado a servirle ayudando a las personas; esta nueva visión de la realidad lo condujo a buscar y hallar a Dios en todas las cosas (cf. CG 35, d 2, n5).

Ver nuevas todas las cosas en Cristo es el lema de este año Ignaciano, y hoy le pedimos a Dios, del mismo modo que Íñigo discernió el brillo inconsistente de las imágenes palaciegas que poblaban sus sueños, que nosotros aprendamos a discernir y a purificar nuestro corazón de las imágenes de este mundo, de sus falsas promesas que, finalmente, nos dejan desencanto, tristeza, parálisis en lo profundo de nuestra persona, de la vida comunitaria, social y de los proyectos apostólicos; tal como lo afirma la CG 35 (Cf. CG 35, Introducción al D. 2).

¿Qué relación puede tener este evento de la conversión con nuestras vidas, con nuestra misión?

Ante todo, este Año Ignaciano es una oportunidad para permitir que el Señor trabaje nuestra propia conversión, para ser renovados, renovadas, por Él. Y una buena brújula, que oriente nuestra reforma de vida, puede ser el atender a las Preferencias Apostólicas Universales 2019 – 2029, pues como dijo el P. General Arturo Sosa, “asimilarlas supone conversión para cada uno de nosotros, nuestras comunidades y nuestras instituciones u obras apostólicas” (homilía, 31 de julio de 2020).

Ver nuevas todas las cosas en Cristo implica ordenar nuestro corazón, nuestros afectos, “todas nuestras acciones, intenciones y operaciones” [EE 46] de tal manera que estemos centrados en Cristo, porque en Él fueron creadas todas las cosas, en Él reside toda la plenitud y en Él se reconcilian todas las cosas (Col. 1, 16.20). En este sentido, la Primera Preferencia Apostólica, el discernimiento y los Ejercicios Espirituales, es condición fundamental para la conversión hacia Dios y el encuentro con Él, con la propia identidad de hijos e hijas muy amados, que nos abre a la vida comunitaria, social y ecológica.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo nos remite a la experiencia de Ignacio en la Visión de la Storta, donde sintió que el Padre le ponía con el Hijo, que camina con la Cruz sobre los hombros y le invita a servirle, ayudando a cargar las cruces de tantas y tantos hermanos que sufren en este mundo. Por esto, hoy, la Compañía de Jesús, en México, se siente llamada y comprometida a caminar con los excluidos, con los descartados de este mundo. Lo que significa atender los clamores de la población excluida – víctimas de la desigualdad social, de la pobreza, de la violencia, desplazados forzados, abandonados, etc. – en una tónica de muerte y dolor; pero, al mismo tiempo, implica también “promover el cambio en las estructuras económicas, políticas y sociales que causan injusticia” (P. General).

Ver nuevas todas las cosas en Cristo exige, de nuestra parte, contemplar el modo como Jesús se relaciona, para aprender su modo de escuchar, atender, acompañar, servir, pues sólo al interiorizar su modo de relacionarse podremos acompañar a los jóvenes, y estar abiertos a lo que puedan enseñarnos. Mirar el mundo desde su perspectiva puede ayudarnos a comprender el sentido de una nueva cultura, a descubrir los valores que nos ofrece este nuevo tiempo y desde dónde inculturar el Evangelio. Sólo si nos acercamos a ellos desde la escucha y el diálogo, podremos inspirar, en sus búsquedas, un sentido de vida evangélico que los anime en la construcción de un mundo mejor.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo significa que nuestra historia, las demás personas y la creación entera se perciben desde la mirada amorosa de Dios; experimentamos cómo Él sigue habitando y trabajando en las Criaturas, dando ser, conservando, vegetando, sensando y dando entendimiento [EE 235.236]. Esta mirada nueva frente a la Creación nos lleva al deseo de cuidar la casa común. Como escribe el Papa Francisco en Laudato Sí: “La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que ‘la realidad es superior a la idea’” (n. 201). Es urgente participar en acciones, no sólo para frenar y detener el deterioro del medio ambiente, sino para buscar fórmulas alternativas que posibiliten un mejor cuidado y protección de la Casa Común.

Como podemos observar, ver nuevas todas las cosas nos pone en camino, para buscar y hallar la Voluntad de Dios. Pero Ignacio descubrió que este camino no se puede transitar solo, sino en Compañía. En este momento, como en el origen de la Compañía de Jesús, necesitamos, como compañeros de misión, jesuitas, laicas y laicos, ser capaces de discernir juntos las llamadas que el Señor nos hace, desde los clamores del Pueblo y la Creación, para colaborar en la construcción de un mundo nuevo y una tierra nueva (Ap. 21,1).

Hoy, como compañeros y compañeras de misión, queremos comprometemos, a través de nuestras obras apostólicas y nuestras personas, a ser referentes de esperanza y reconciliación cristianas en un país fragmentado. Contrario a la polarización que vivimos en estos últimos tiempos, nos sentimos llamados a ser un Cuerpo Apostólico unido, con una identidad fortalecida en Cristo que incida en los grandes desafíos de México.

Queridos hermanos jesuitas, compañeros y compañeras en la misión de reconciliar todas las cosas en Cristo (Col. 1, 20), por último, quiero recordar lo que el P. Arturo Sosa ha insistido para este año Ignaciano, “que el fruto de este tiempo ha de ser la conversión de nuestras personas, comunidades, instituciones y obras apostólicas”. Y para conseguir este fruto se requiere que atendamos la anotación 5ª de los Ejercicios Espirituales: mucho aprovecha entrar con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su Divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad [5].

Pido al Señor que realice en cada una, en cada uno de nosotros la conversión y seamos renovados para que, viendo nuevas todas las cosas, siempre busquemos y hallemos su santísima Voluntad.

Que así sea.

Luis Gerardo Moro Madrid S.J.

Prepósito Provincial

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